Una historia del misterio 2: dónde estamos, aproximadamente
- Javier Arriero

- 25 jul
- 2 Min. de lectura

Gracias a que el mundo parece estar construido como las muñecas rusas, el ser humano ha seguido disfrutando del erotismo. Ha ido abriendo una caja tras otra y dentro de cada una de ellas ha encontrado, para su alivio, una nueva caja que contenía un misterio que debería ser más pequeño... si no fuera porque no hay misterio pequeño. Si algo define al misterio, es que, como en una habitación a oscuras, desconocemos su tamaño. Así que podría decirse que todo misterio es tan grande como su propia oscuridad.
Es este afán por querer ver más allá lo que ha abierto ante el ser humano un horizonte vertiginoso, situándolo entre la inmensidad del universo y la inmensidad del microcosmos. El ser humano sigue estando en el centro de la universo, porque el universo ha resultado ser tan inconmensurable que huye hacia el infinito, y cualquier punto del infinito tiene el mismo derecho a ser su centro. Llegamos al estudio del átomo con la física clásica, pensando que ahí tocaríamos el fondo. Pero no. Incluso los átomos, lo que se consideraba la partícula más pequeña de la naturaleza, han resultado ser la conjunción de varios elementos, el protón, el neutrón y el electrón. Y tampoco ese es el final del viaje a lo mínimo. Debajo del protón y el neutrón están los quarks. Y quién sabe qué hay más allá. En lugar de tocar fondo, hemos descubierto algo grande: hemos descubierto que no hay misterio pequeño. En vez de llegar a un final, hemos abierto otro principio. Porque resulta que, llegados al núcleo del átomo, la teoría de la física clásica no nos sirve. A partir de este punto tenemos que recurrir a otra física, la física cuántica, una de cuyas bases es el “Principio de incertidumbre”. El principio de incertidumbre afirma que en la naturaleza existen ciertos pares de magnitudes cuyos valores no pueden ser precisados simultáneamente. Por ejemplo, si se determina la posición de un objeto con gran precisión, no se puede conocer su velocidad de forma muy precisa. Dicho de otro modo, hay algo que siempre permanece velado. ¿Paradójico, no?
Otra consecuencia de la teoría cuántica es lo que los físicos llaman “dualidad onda-partícula” que significa que, en ciertas circunstancias, partículas tales como los electrones muestran el comportamiento de ondas. Así es como actúa la propia luz.
Tal y como decía Richard Feynman, premio Nobel y uno de los mayores físicos del siglo XX: “Tenemos mucha suerte de vivir en una época en la que todavía estamos haciendo descubrimientos. Es como el descubrimiento de América: solo se descubre una vez. La época en la que nos ha tocado vivir es la época en la que se están descubriendo las leyes fundamentales de la naturaleza, y esta época no volverá a repetirse”.
No es del todo cierto. Antes de la aparición de esta nueva física, hubo otra época en la que también pareció que acababan de descubrirse de forma definitiva las leyes fundamentales que rigen la naturaleza.
Vamos a examinar al primer hombre que ofreció una nueva lectura del Génesis, un hombre que trató de borrar el mordisco en el fruto prohibido.
CONTINUARÁ...



Y yo también, me acabo de quedar absorto y quiero mas