Sobre una montaña, de John D´agata, editorial Dioptrías
- Javier Arriero

- 19 jul
- 3 Min. de lectura

Como dijo Groucho Marx, ¿por qué voy a hacer algo para la posteridad? ¿Acaso ha hecho algo la posteridad por mí?
Un adolescente se arroja al vacío desde la azotea del casino más alto de Las Vegas. Mientras tanto, a solo 150 kilómetros de allí, el gobierno estadounidense planea crear el mayor almacén de residuos nucleares del planeta en el interior de una montaña, Yucca Mountain.
“¡Yucca Mountain está hecha de roca!”
“Esto convierte a nuestra Yucca Mountain en el sitio ideal para almacenar residuos nucleares. Aislamiento. Estabilidad. La garantía de que una vez llena, Yucca Mountain conservará los residuos seguros, fríos y secos”.
“Por eso me sorprendí tanto” – dice el doctor Víctor Gilinsky, un físico del instituto tecnológico de California, en su testimonio ante el congreso sobre el proyecto de Yucca Mountain “cuando me vi plantado dentro de esa montaña con agua goteando de las paredes y dándome en la cabeza.”
“El agua” – explicó Gilinsky - “es una de las sustancias más corrosivas del planeta.”
De modo que, por muy bien que se sellen los bidones de residuos nucleares, en pocos años el agua corroerá los bidones y la radiación escapará, envenenando cuanto hay alrededor de Yucca Mountain. Incluso, si da tiempo a llenar la montaña de residuos nucleares tal como está previsto, la radiación envenenará la totalidad de Norteamérica. Incluyendo, por supuesto, a la cercana ciudad de Las Vegas. Pero ¿a quién le importa realmente morir? Y menos aún en Las Vegas, la ciudad del presente continuo, paralizada en un segundo eterno más allá de la noche y del día mientras gira la ruleta. En concreto, la ruleta rusa.
¿Qué une el suicidio de un adolescente en la ciudad de las luces, los casinos y los suicidios, con el proyecto asombrosamente estúpido de situar el mayor almacén de residuos nucleares de la tierra en el interior extremadamente corrosivo de una cueva húmeda? Sobre una montaña es un ensayo, no un “true crime”, y la relación entre el adolescente y la montaña es espiritual. Tenemos mucho tánatos encima. ¿Va a llegar el desastre durante el transcurso de mi vida? Si la respuesta es no, pues me importa una mierda. Quien venga detrás que se joda. ¿Va a suceder el desastre en el transcurso del próximo decenio? Pues no me importa. Igual no vivo tanto. ¿Va a suceder el desastre este mismo año? ¿Sí? Pues no me importa. Hoy es hoy y un año es muy largo. ¿Va a suceder este mes? ¿Sí? Pues no me importa, faltan muchos días todavía. ¿Va a suceder el desastre ahora mismo? Entonces quizá sí llegue a importarme. O quizá no, porque tarde o temprano vamos a morir, así que, como sí o sí va a llegar, para qué retrasarlo. Porque, como decía el punk, no hay futuro. Si no nos destruye el cambio climático lo hará una guerra atómica, eso sin contar las posibilidades de aniquilación completa que pueden estar ahí y ni siquiera intuimos, porque el universo es frío, ignoto y hostil a la vida. Así que entre que llega un desastre u otro, ¡no future, como decía Sex Pistols! Y cuando no hay futuro solo puede haber presente, y el presente soy yo, aquí y ahora, y al resto que les den por el culo.
Y de eso trata Sobre una montaña. Sobre nuestro tánatos desbordado. Sobre nuestro egocentrismo autodestructivo.
Gracias a la editorial Dioptrías por publicar un libro que nos permite percibir más claramente nuestra imbecilidad.



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